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Experiencia de Yaiza Aguiar

Que África enamora es tan cierto como la vida misma.

África te permite conocer el valor de una sonrisa y el poder de una mirada. Solo necesitas unas pocas horas en tierras africanas para que el significado de la palabra “felicidad” que conocías hasta el momento, te cambie por completo. Para que lo que habías considerado que era imprescindible pase a ser secundario y para que lo que considerabas que no tenía valor, lo extrañes como si no existiera un mañana. 

África consigue que tus sentimientos afloren, incluso aquellos que estaban dormidos. África te marca la vida.

Es como esa pareja a la que amas, aunque no te gusten algunas de sus cosas o simplemente no las compartas. Y por eso, África engancha.

Estas son las primeras palabras que escribí cuando llegué a casa después de mi primer viaje solidario a Gambia.

Hoy, casi siete años después, mi reflexión no dista mucho de ese pensamiento.

La que sí ha cambiado he sido yo y hoy me reafirmo en que fue, ese, el punto de inflexión en mi cambio.

Con el paso del tiempo he aprendido a proteger mi paz, he aprendido a elegir las batallas en las que quiero estar y he aprendido que no todo vale por ayudar.

Probablemente estas palabras sean complicadas de entender en el contexto donde están compartidas, pero mi intención es hacer llegar mi experiencia a todos aquellos que estén valorando la posibilidad de realizar un voluntariado en África.

Mi experiencia resultó abrumadora, llegué con expectativas ridículas y regresé a casa convencida de que había gestionado mis emociones de manera correcta. Pasaron incluso unos cuatro años para darme cuenta que no lo hice nada bien. Que no fui capaz de protegerme emocionalmente, que mi cabeza y mi corazón estuvieron en una lucha continua, que entré en batallas que no me correspondían y sobre todo, que no aportaban valor en el concepto de ayuda que yo quería fomentar.

No solo respetar la cultura, los espacios y los tiempos que se viven en África es lo único que debe tener en cuenta un voluntario. Debes saber que el compromiso de un voluntariado es el respeto al sistema del país de destino y con ello tener muy claro que nunca debes promover tu sistema de origen, ni tu modelo. Tener presente que con dinero no solucionarás las carencias ni la precariedad que estás viendo en ese momento y, sobre todo, que el ingenio es lo que más premia cuando estás allí. No te sientas protagonista de una historia que no es tuya, por ayudar no todo vale. Disfruta cada momento intensamente y recuerda que detrás de cada sonrisa o cada mirada hay alguien que le tocó hacer su camino en África y tú no debes sentirte diferente por ello.

Hoy 22 de febrero del 2022 y después de este largo camino de aprendizaje y las innumerables visitas a Gambia, sigo teniendo un conjunto de emociones cada vez que preparo mi mochila para volver. Mi vínculo ahora es muy sano y saludable, y en cada uno de mis viajes encuentro una experiencia nueva y enriquecedora que me ayuda a entender que todo esto ha tenido y tiene sentido.

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