“Mira la vida como viene y te sorprende”. Así reza una canción, y ciertamente es así, en muchas ocasiones a lo largo de mi vida así lo sentí. Pero esta fue diferente. Algo único y probablemente irrepetible.
2016. Compañeros de trabajo habían venido de vivir una aventura en África que, según comentaban, era inexplicable. Les había cambiado la vida. En aquel entonces, como muchos, había ayudado a preparar la partida, reuniendo todo lo que los compañeros iban a llevar para repartir y aportar nuestro granito de arena. Sabía que tarde o temprano habría tenido que vivirla en primera persona, era algo que quería experimentar, al menos, una vez en la vida. Y así fue.
El siguiente viaje organizado por la empresa, bajo la iniciativa Smiles For Gambia, tomé la decisión de ir. Y cierto es lo que comentan, que una cosa es decirlo y otra vivirlo.
Desde la previa, preparando todo lo que habríamos llevado en esa nueva aventura, ya afloraban los sentimientos de nerviosismo, alegría, ganas de estar allí ya…. Y el primer viaje siempre es especial; si bien es verdad que cada vez que he ido ha sido especial, la primera vez siempre lo es un poco más que el resto de las veces.
Llegar a un aeropuerto donde nos daban la bienvenida las vacas pastando ya impactaba. Bajar del avión, notar ese calor y humedad sofocantes en el camino, hasta el edificio del aeropuerto, ya hacían el viaje particular.
Y más aún en la bienvenida que nos dieron: niños tocando tambores, cantando, bailando, muy contentos porque estábamos allí. Durante la estancia más de lo mismo, alegría por donde quiera que pasáramos porque, eso sí, la sonrisa nunca la pierden en Gambia.
Muchas anécdotas vividas no sólo la primera vez, sino en el resto de las veces que he ido, algunas que nunca se borrarán de mi memoria, algún susto que otro también hemos pasado. Todo esto ha hecho que Gambia sea un lugar que ya forme parte de mí, que siempre que sea posible procuraré ir, rodeado de mis compañeros. Además, tras esa aventura vivida, con algunos de ellos, estreché lazos de amistad muy profunda, llegando a ser amigos de verdad.
Doy las gracias a Gambia por reforzar muchos valores que, si bien siempre han sido parte de mí, tras vivir esa aventura, han florecido mucho más. Humildad, compañerismo, amistad, humanidad, empatía…
Y es verdad que, al llegar de nuevo a tu casa, al menos para mí, el choque es impresionante. Pasas un día de ver a la gente con sus escasos medios siempre regalándote una sonrisa, a llegar a casa y ver que tenemos de todo lo que es posible y aun así seguimos quejándonos…
A todo el que quiera vivir una experiencia enriquecedora, que sin duda les cambiará la forma de ver la vida, lo animo a ir a Gambia. En mi caso ha sido así, tanto que ya se ha quedado tatuado en mi piel para siempre.