Siempre había deseado visitar el continente africano, poder descubrir en persona la realidad de la vida ahí, ver y sentir de primera mano cómo es su cultura, sus costumbres, conocer cómo viven especialmente los niños (mi debilidad), en un entorno con recursos limitados, para enfrentarse a su día a día.
Pero, a pesar de este interés, nunca había tomado la iniciativa de organizar un viaje de este tipo de forma personal. Sin embargo, la Fundación LinKids y Link Soluciones me ofrecieron la posibilidad de acompañarlos a Gambia, en uno de los viajes que tenían planificado realizar. Desde el primer momento no dudé en aceptar la propuesta; lo único que pensé es que era mi momento, mi oportunidad de poder hacer realidad esta experiencia que siempre había querido vivir.
A pesar de tener clara mi decisión, las semanas previas a la fecha de salida comenzaron las inquietudes, la preocupación de dejar a la familia atrás unos días e, incluso, asomó el miedo a lo desconocido, el miedo a no saber qué te vas a encontrar en un país con una realidad completamente diferente a la del mundo occidental. Sin embargo, algo dentro de mí insistía en que no podía dejar pasar esta oportunidad.
Llegó el momento de preparar la mochila. Comenzaba la aventura. África me esperaba.
Nada más llegar a Gambia, es imposible no darse cuenta de que África es otra realidad, el olor a tierra que se respira, su gente, el caos por todas partes. No existe el orden, cada uno circula como considera, sin normas y sobre todo multitud de personas siempre, en cualquier sitio, tanto niños como adultos, a todas horas. Su día a día es estar en la calle buscando como ganarse la vida con cualquier cosa. A pesar de que las primeras horas te sientes en shock, intentando entender todo lo que estás viendo, África te enseña, desde el primer momento, el respeto entre las personas y la amabilidad de su gente, que siempre te saludan con una sonrisa.
Te das cuenta de que con lo poco que tienen son más felices que nosotros, con todo lo que tenemos a nuestro alrededor.
África es color, diversidad, esencia en estado puro, donde los niños son un ejemplo de supervivencia y humanidad. Desde que te ven, corren, te muestran su cariño y gratitud por estar allí, te rodean, quieren coger tus manos, quieren estar a tu lado y, sobre todo, te sonríen, haciéndote sentir especial y removiéndote el alma con sentimientos que afloran fácilmente. Cuando visitas un colegio para ver a los niños y conocer sus condiciones, te muestran con alegría lo que saben y lo que han podido aprender. Ese pequeño momento tan bonito que comparten contigo hace que ellos se sientan importantes. Te enseñan el valor de compartir; lo comparten todo. Por muy poco que sea o que tengan, siempre lo comparten con los demás. En África todo es para todos.
Durante el recorrido de este viaje tuve la oportunidad de visitar el orfanato Kunkujang Keita, en el que la Fundación tiene un proyecto de rehabilitación activo. Me sentí revuelta internamente y se me encogió el corazón por todo lo que estaba viendo: un lugar lleno de niños con enormes necesidades que cubrir. En ese lugar recibí una profunda lección de humildad y de amor incondicional hacia los demás, por parte de una grandísima mujer, Fatu, la directora del Orfanato, que dedica su vida para que los niños que no tienen nada y están solos, puedan tener un espacio donde comer, dormir y vivir dignamente. ¡Que experiencia más emotiva, llena de valores y fuerte a la vez!
Quiero agradecer a mis compañeros con los que he tenido la oportunidad de compartir esta experiencia de vida. Me sentí en todo momento muy cuidada y protegida, lo que me permitió disfrutar aún más de todo lo que estaba viviendo y sintiendo.
A día de hoy, puedo decir que África te marca, te deja huella. Compartir unos días con su gente, su cultura, su entorno y ver la realidad de cómo viven, en muchos casos en condiciones muy precarias, en pobreza, y lograr entender su forma de vida, ha sido una de las experiencias más enriquecedoras para mí. Ahora, cuando pienso en África nada es igual. Mis pensamientos han cambiado. Este viaje me ha permitido aprender una lección sobre lo que es verdaderamente importante y lo que no, reflexionar sobre lo más valioso que tenemos, nuestra familia, y comprender qué aspectos de la vida merecen nuestro esfuerzo y dedicación.
Si tienes la oportunidad y quieres vivir esta bonita experiencia de vida, no lo dudes, te aseguro que no te dejará indiferente, porque lo que se vive en África es real y queda en ti para siempre.